por Joél Reyes
Conoce a las Megabestias
Hace 1.8 Ma, Norteamérica pudo verse de forma similar a como se observa en el mapa. El indicador en la parte inferior señala el lugar donde se desarrolla esta historia. Este mapa corresponde a hace 126 mil años. Nótese la gran capa de hielo que cubre el norte de América del Norte. Imagen propieda de Ron Blakey y Colorado Plateau Geosystems recuperada desde esta página. |
Ésta es la historia de las megabestias, los grandes animales terrestres que vivieron durante la Edad de Hielo, de un lugar cercano en distancia, pero muy lejano en el tiempo. Nos encontramos 1.8 millones de años A.C. en una llanura abierta dominada por el pasto con bosquecillos de árboles y arbustos dispersos de tipo espinoso. Aunque resulte difícil de creer, estamos contemplando lo que se convertirá en el quinto pulmón del mundo: la Reserva de la Biósfera Maya, en el departamento de Petén, Guatemala. Lo que sucede es que ha iniciado la Edad de Hielo y debido a ello, gran parte del agua de la Tierra forma ahora inmensos glaciares en el norte; como consecuencia, el clima mundial es más frío y seco, las lluvias en los Trópicos han disminuido y con ellas, lo han hecho los bosques tropicales. Con tanta agua congelada en las capas de hielo del norte, el nivel del mar ha descendido drásticamente, modificando las líneas costeras y haciendo que el mar se encuentre más retirado de lo que está en el siglo XXI.
Así pudieron verse algunas regiones de Guatemala durante la Era de Hielo.
La primera criatura que vemos es una de las más grandes de la llanura: el gonfoterio de Cuvier. Parece un elefante, pero no es un mamut ni un mastodonte; pertenece a otra familia de proboscídeos que también está emparentada con los elefantes, aunque sus colmillos son más rectos, su cabeza, más alargada y su cuerpo se inclina ligeramente hacia adelante. Se alimenta de vegetación mixta con la ayuda de su trompa para recolectarla y llevársela a la boca.
Uno de los animales más extraños es el perezoso terrestre panamericano, también es uno de los más grandes. Camina lentamente en cuatro patas, mas también es capaz de levantarse sobre sus patas traseras, ayudándose de su cola ancha y corta para apoyarse. Se yergue de esta manera para alcanzar la parte más alta de los árboles y usa las largas garras de sus manos para tirar de las ramas y acercarse las hojas a la boca. Estas garras se convierten en eficaces armas defensivas cuando es atacado por un depredador; con un solo zarpazo puede matarlo, habiendo adoptado esta postura bípeda. El gonfoterio de Cuvier y el perezoso terrestre panamericano incluyen en su alimentación los frutos gigantes que en el siglo XXI no tienen herbívoros lo suficientemente grandes que los consuman.
Además del gonfoterio y el perezoso terrestre, las grandes extensiones de pasto sustentan a una gran variedad de herbívoros, como el caballo y el gliptodonte norteamericanos. El gliptodonte norteamericano tiene una vista muy pobre, pero no la necesita para detectar depredadores cuando su característica principal es un gran caparazón formado con cientos de pequeños escudos hexagonales de casi tres centímetros de grosor. También tiene una placa ósea que cubre la parte superior de su cabeza y la cola está cubierta por anillos óseos con espinas que se sobreponen. Toda esta armadura, que lo vuelven pesado y lento, está bien justificada, pues en la llanura no hay sólo uno, sino varios depredadores que compiten como depredadores dominantes.
El ave del terror es una enorme ave carnívora no voladora, con las alas atrofiadas, de más de dos metros de altura; es un cazador altamente activo y versátil, puede montar una repentina emboscada o resistir una larga persecución corriendo a 65 Km/h. Camina alrededor de un gliptodonte joven, intentando dilucidar cómo atraparlo, ladeando la cabeza, examinándolo con un ojo. Tras estudiar al gliptodonte por suficiente tiempo, el ave del terror concluye que puede meter su pata debajo del borde de su caparazón, lo voltea sobre su espalda y expone su vientre suave. Ahora el ave del terror usa su pico curvo y afilado para arrancar la carne. Dentro del pico hay una gran cavidad hueca que usa haciendo unos movimientos chasqueantes con sus mandíbulas, que resuenan dentro de este gran espacio vacío produciendo un sonido que usan para comunicarse.
Durante una persecución a alta velocidad, el ave del terror corre a la par de un caballo para evitar una coz de sus poderosas patas. Lleva su cabeza gigante hacia atrás, levantando ligeramente la punta de su pico; con un destructivo golpe, el pico penetra la parte posterior de la columna vertebral. La presa cae y el ave del terror dirige otro ataque directo hacia el cráneo, matándola al instante.
El félido dientes de sable evita a las aves del terror; en un enfrentamiento usaría sus garras para atacar el pecho del ave y sus colmillos de quince centímetros para morderla en el cuello, pero el ave del terror tiene armas superiores. Se para muy erguida de modo que el félido la mira hacia arriba y esta gran e imponente ave con ese enorme pico se impondría a él mirándolo hacia abajo.
Los félidos dientes de sable son cazadores en manada que aprovechan su contextura potente para derribar a su presa, sus patas delanteras la sujetan inmóvil contra el suelo y a continuación uno de ellos usa sus dientes de sable para morder el cuello de la presa cortando simultáneamente la tráquea y el suministro de sangre al cerebro. Sólo se requiere una mordida para que la presa muera rápidamente, lo que los convierte en depredadores de grandes animales más eficientes que los leones y los tigres.
El tercer gran depredador es otro cazador en manadas, el lobo gigante o terrible. A pesar de lo que indica su nombre, el lobo gigante no es excepcionalmente grande comparado con el lobo gris; sin embargo, aquél es mucho más robusto y sus patas, más cortas, por lo que se especializa en la caza de animales poco ágiles, heridos o enfermos y con frecuencia se alimenta de carroña. Ahora los lobos quieren robar la presa del ave del terror y se dispersan alrededor de ella. Uno de los lobos se lanza hacia el ave y ésta bloquea su ataque alzando una pata y clavando sus garras en el cuerpo del lobo. Este lobo muere, pero el ave del terror no puede mantenerlos a raya a todos y siente que su vida peligra, pues la superan en número. Al acercarse los lobos, el ave del terror se retira dejándoles su presa, en lugar de arriesgarse a convertirse también en alimento.
El perezoso terrestre también se alimenta de carroña en ocasiones; generalmente espera a que los depredadores se hayan retirado, en especial los dientes de sable, ya que éstos no pueden morder los huesos, pues sus colmillos superiores son bastante frágiles, de modo que no pueden consumir toda la carne. Esta vez pretende la misma presa que los lobos y se aventura a tratar de ahuyentarlos; se yergue sobre sus patas traseras para intimidarlos con su tamaño, pero los lobos no retroceden. Sólo cuando uno de los lobos enfrenta al perezoso y éste lo mata de un zarpazo, el resto de la manada le cede la presa.
Los árboles crecen en mayor número cerca de las fuentes de agua, formando bosques más grandes. Es aquí donde acecha el jaguar norteamericano del Pleistoceno. Un gliptodonte se adentra en el bosque para ir a beber. El jaguar baja de un árbol y se le aproxima. El gliptodonte se detiene y se acurruca contra el suelo. El jaguar no sabe cómo lidiar con esta criatura, lo rodea, se sube en su caparazón, pero se mantiene lejos de su cola, que se mueve de lado a lado. Finalmente, muerde al gliptodonte en la cabeza; sus colmillos son lo suficientemente largos y sus mandíbulas lo bastante poderosas para perforar su placa ósea. Aunque el gliptodonte muere, el jaguar no puede alimentarse de él; no tiene la fuerza para volcarlo o romper su armadura. Todo lo que obtuvo fue un escudo de hueso que aún está en su boca y se dirige a beber para ayudarse a sacárselo.
Paulatinamente, las megabestias se van extinguiendo con el paso de cientos de miles de años; algunos especímenes quedan enterrados y se convierten en fósiles. Sobre ellos se levanta una gran civilización, la de los mayas, que posteriormente desaparece de forma misteriosa, tal como las megabestias antes que ella. Las construcciones mayas son cubiertas por tierra y quedan ocultas por la selva, pero son descubiertas, mientras que los fósiles de las megabestias aún permanecen enterrados bajo el suelo de la selva esperando ser descubiertos.
Esqueletos de gonfoterio y perezoso terrestre en el Museo de Estanzuela, Zacapa.
Fotografía del gonfoterio recuperada desde la página de Facebook del museo y la del perezoso terrestre recuperada desde esta página.
Notas
El nombre de esta historia proviene del complejo El Mundo Perdido en la ciudad maya de Tikal, cerca de donde se desarrolla esta historia.Esta historia puede contener anacronismos intencionales, ya que su objetivo principal es dar a conocer algunos animales prehistóricos de la mayor diversidad taxonómica posible que habitaron Guatemala.
Los datos sobre el tamaño, dónde y cuándo vivieron los animales fueron proporcionados por el M. en C. Roberto Díaz Sibaja, sin embargo, los errores que pueda contener esta historia son sólo míos.
Créditos de las imágenes
De Sam Beebe - originally posted to Flickr as Beni Department aérea 25, CC BY-SA 2.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=6386761De Inti - http://www.flickr.com/photos/inti/3102164531/in/photostream/, CC BY 2.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=5636455
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